El Amor: ¿Corazón o Cerebro?

Cuando se habla de amor, siempre se menciona al corazón como el protagonista de este sentimiento. Casi como si fuera un personaje con vida propia, que vive dentro de nosotros. Le echamos la culpa si nos enamoramos. El corazón canta cuando nos quieren y se rompe cuando no nos corresponden.

Pero en realidad el protagonista en toda historia de amor es el cerebro. En el cerebro, las neuronas liberan unas sustancias químicas llamadas neurotransmisores, que forman un cóctel cuyo efecto es eso que llamamos amor.

¿Qué es el amor?

Según la RAE: El amor es un sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.

Según la psicología: El amor es un conjunto de emociones, comportamientos y creencias asociadas con sentimientos fuertes de afecto, protección, calidez y respeto hacia otra persona.

Según los evolucionistas: El amor es un conjunto de actividades dirigidas a adquirir y retener emociones con fines de sobrevivencia y reproducción.

Según la neurociencia: El amor es el resultado del efecto de sustancias químicas (neurotransmisores, hormonas) sobre el cerebro.

Algunas definiciones

Solo haz click en la palabra en mayúscula para conocer más.

NEUROTRANSMISOR

Es una sustancia química que usa una neurona para comunicarse con otra neurona o con otra célula objetivo (por ejemplo una célula muscular). Ejemplos de neurotransmisores: la dopamina, la serotonina, la acetilcolina. Cuando una neurona libera un neurotransmisor, éste se une a un receptor específico en otra neurona (u otro tipo de célula) y así la “activa” o “inhibe”. Inmediatamente después, el neurotransmisor se desprende de su receptor y es destruído o regresa a la neurona que lo liberó. Entonces, un neurotransmisor es un “mensajero”.

RECEPTOR (de neurotransmisor)

Es una proteína que se encuentra en la membrana celular de las neuronas y otras células blanco y que recibe a un neurotransmisor específico. Al unirse el neurotransmisor al receptor, se genera una respuesta inmediata en esa célula. Es cuestión de microsegundos. Esta respuesta durará el tiempo que el neurotransmisor esté unido al receptor.

HORMONAS

Son sustancias químicas producidas en las glándulas endocrinas (por ejemplo la hipófisis, la tiroides, la suprarrenal, el páncreas) y que pasan a la sangre para actuar sobre tejidos y órganos. Ejemplos de hormonas son la insulina, la testosterona, los estrógenos, la vasopresina y la oxitocina.

VASOPRESINA

Es una hormona que interviene en la regulación de agua y sal en nuestro cuerpo. De este modo interviene en la regulación de la presión arterial. Pero también actúa como neurotransmisor y facilita la formación de relaciones de larga duración: el vínculo de pareja.

OXITOCINA

Es llamada la hormona “del amor”. Es liberada por la glándula hipófisis. Se produce durante el embarazo y lactancia (es responsable de las contracciones durante el parto e interviene en la secreción de leche). También es un neurotransmisor. Se produce con el contacto fïsico piel a piel o con los abrazos. Nos hace sentir bien, confiados, seguros, positivos. Se asocia a sentimiento de ternura y cariño. Es esencial para el desarrollo de relaciones duraderas. El aumento de oxitocina disminuye el estrés y la ansiedad.

DOPAMINA

Es un neurotransmisor conocido como “el químico del placer”. Está presente en áreas del cerebro conocidas como “circuito de recompensa” que generan placer y euforia al ser activadas. Estas áreas “recuerdan” las experiencias placenteras y su intensidad. La dopamina se asocia al deseo y la motivación de búsqueda de esas sensaciones placenteras, con el fin de repetirlas.

CIRCUITO DE RECOMPENSA

También llamado sistema dopaminérgico, comprende áreas del cerebro que permiten sentir y experimentar deseo, placer y satisfacción cuando se activan en respuesta a determinados estímulos como comida, sexo o drogas. Además refuerzan el comportamiento para buscar y conseguir placer nuevamente. Éstas áreas son ricas en dopamina. Incluyen la amígdala, el hipocampo, el área ventral del tegmento, la corteza pre-frontal, y el nucleo accumbens. En una Resonancia Magnética, estas áreas se iluminan al ver fotos de seres queridos, o al hablar de ellos. Incluso si ya han fallecido.

Para entender lo que sucede en nuestro cerebro cuando el amor llega, veamos primero lo que sucede en el cerebro de unos pequeños ratones, los topillos, cando encuentran a ese ser especial.

El ejemplo de unos ratoncitos

Los científicos estudiaron a un tipo de roedor llamado topillo de la pradera, que, a diferencia de otros roedores, es monógamo. Es decir, una vez que conoce a ese “ratoncito/a especial” viven juntos como pareja hasta que la muerte los separe. Este vínculo de pareja entre los topillos se manifiesta por preferir pasar mucho más tiempo juntos que con otros topillos, juntos construyen el nido, vigilan el nido y las crías y muestran “agresividad selectiva”: rechazan y a veces atacan a otros topillos si se acercan a la pareja, al nido o las crías. Los machos no solo participan de la construcción del nido, les gusta “acurrucarse ” con su pareja y recuperan a las crías si éstas se alejan.

Los topillos de la pradera se han adaptado a vivir en terrenos con poca agua y escasos recursos. El cuidado de las crías por ambos padres es vital para su supervivencia.

En el laboratorio

Cuando ponen a un topillo de la pradera macho y una hembra para que pasen tiempo juntos, se huelen, tienen contacto físico y se aparean. Esto hace que se libere vasopresina y oxitocina en el cerebro de estos roedores. Y así se forma un vínculo de pareja entre dos topillos.

¿Son el contacto físico y el sexo los que crean el vínculo de pareja en los topillos o son la oxitocina y la vasopresina?

Cuando los científicos pusieron a un topillo macho y una hembra juntos sin permitir que tuvieran contacto físico (y obviamente sin que tuvieran sexo) pero le administraron vasopresina al roedor macho y oxitocina al roedor hembra, también se formó ese vínculo de pareja.

Sin embargo, cuando colocaron un topillo macho y otro hembra juntos, y le administraron bloqueadores del receptor de vasopresina al macho y bloqueadores del receptor de oxitocina a la hembra, (o sea que ni la vasopresina ni la oxitocina podían actuar ya que sus receptores estaban bloqueados) a pesar de tener contacto físico y de aparearse, no se llegó a formar un vínculo de pareja.

No todos los ratones son iguales

Los topillos de la montaña se parecen mucho a los topillos de la pradera, excepto que no son monógamos. Nunca desarrollan preferencia por una pareja específica. Y pueden tener muchas. O sea, son promiscuos.

Resulta que cuando se aparean también se libera vasopresina y oxitocina en el cerebro de estos roedores de montaña. La diferencia está en el número y la distribución de receptores de vasopresina y de oxitocina.

Todo está en los receptores

Los topillos nacen con cierta cantidad de receptores a la vasopresina y a la oxitocina en sus cerebros. Estos receptores están distribuidos en diferentes áreas del cerebro y en diferente cantidad, si es un topillo de la pradera o uno de la montaña. Esto parece estar genéticamente determinado. Los topillos de la pradera (monógamos) tienen muchos más receptores a oxitocina y vasopresina que los de la montańa (promiscuos).

Y hay más cambios conforme los topillos de la pradera van creciendo y madurando. Los receptores a oxitocina aumentan en los topillos hembra como respuesta a químicos olfatorios que el macho produce cuando cohabitan. Igualmente, estos receptores aumentan en las hembras durante el parto y 24 horas posterior al mismo.

La dopamina, el químico del placer

La dopamina se libera tras el apareamiento en ratones monógamos y no-monógamos. En los topillos si no hay apareamiento pero se administran sustancias dopaminérgicas se facilita el vínculo de pareja. Y si se usan sustancias que se oponen a la acción de la dopamina, no se forma el apego aunque haya ocurrido el apareamiento.

La acción de la dopamina en la formación del vínculo de pareja está ligado a la acción de la oxitocina y la vasopresina. Pues por ejemplo, si se usan sustancias para bloquear receptores de oxitocina, los receptores para la dopamina tampoco se pueden activar.

Y ahora sí, veamos el caso de los humanos. Me referiré al amor de pareja como amor o amor romántico para diferenciarlo del amor materno.

El amor temprano

El cortejo

El cortejo humano, es parecido al de los animales. Aquí, intervienen las hormonas sexuales (testosterona y estrógenos) que generan el apetito sexual. El el apetito sexual o líbido, promueve el inicio del cortejo. El cortejo se caracteriza por aumento de energía, atención enfocada (en esa persona), cuidado posesivo, seguimiento obsesivo de esa persona. La motivación es ganarse a esa persona como pareja.

Pareja de jóvenes sentados entre gras y hierbas, sonriendo uno al otro.

El enamoramiento es una crisis

Al estar frente a esa persona que “nos gusta” (atracción) se activan los sistemas de estrés (norepinefrina, cortisol). Por ello se produce aumento en los latidos cardíacos (taquicardia), sudoración en las manos, visión borrosa (se dilatan las pupilas), rubor en las mejillas (sonrojo). Aumento en los movimientos intestinales (mariposas en el estómago). Disminuyen el sueño y el apetito.

Los niveles de cortisol aumentan en sangre y los de serotonina disminuyen. Por ello hay preocupación intensa (“No debí decir eso”, “¿qué pensará de mí?”, “¿me llamará?”, “¿qué estará haciendo?”, “¿se acordará de mí?”).

Durante el enamoramiento, se libera dopamina que activa circuitos de recompensa, lo que genera la euforia del enamoramiento. La dopamina motivará buscar la manera de pasar más tiempo con esa persona, para volver a sentir esa sensación placentera o eufórica. Parecido a una adicción, pero buena.

La hormona del amor

Durante el contacto físico, se libera no solo dopamina, sino oxitocina y vasopresina. La oxitocina hace que las personas se sientan seguras y conectadas la una a la otra. Y así, se crea un vínculo de pareja.

El amor es ciego

Este cóctel de neurotransmisores circulando en el cerebro durante el enamoramiento, inhibe las vías neuronales que nos permiten hacer juicio crítico social, lo que incluye juzgar a la persona de la que nos hemos enamorado. Es por ello que muchas veces, otros ven lo que nosotros no podemos. “¿Cómo puedes andar con una persona así?” “Es obvio que está en esa relación sólo por interés.”

Además, durante el amor temprano disminuye el miedo, la depresiòn y mejora el ánimo.

El amor de años

Con el pasar del tiempo, el sistema de estrés disminuye su actividad. Ya no habrá taquicardia, sudoración, rubor, etc. El cortisol y la serotonina se normalizan y ya no existirá esa “preocupación intensa”. Aunque los sistemas de recompensa se activan aún, ya no se busca estar con esa persona con ansias. El amor está en otra fase. El amor es más amistoso, tierno, pero aún puede ser apasionado y profundo. Algunos lo llaman “amor oxidado”.

¿Y las hormonas sexuales?

Ya vimos antes, que las hormonas sexuales son responsables del apetito sexual e intervienen en el cortejo. Tanto la testosterona como los estrógenos pueden regular la oxitocina y la vasopresina. Pero no serían tan importantes, ya que en su ausencia aún se pueden formar vínculos sociales.

El apetito sexual puede estar dirigido hacia varias personas, pero el amor romántico se dirige solamente a una. El apetito sexual disminuye después del sexo, el amor romántico continúa.

Los neurotransmisores y hormonas pueden influenciar nuestro comportamiento y sentimientos. Pero nosotros somos seres racionales, responsables de nuestro comportamiento y dueños de nuestros sentimientos.

El amor materno

El primer vínculo que el ser humano forma, al nacer, es con la madre. Los bebés nacen vulnerables y dependen de los cuidados maternos para sobrevivir. El amor maternal es el que asegura la supervivencia de la especie. Se ve en humanos y en otros animales. Se cree que este es el primer vínculo que se originó entre dos seres y de allí evolucionó para formar otros vínculos sociales.

En algún momento de la evolución, la madre debió desarrollar un instinto maternal y pudo ver a su cría como un ser que requiere protección y cuidado, y no como una presa fácil. A su vez, las crías debieron ver en la madre una fuente de alimentación, calor, seguridad, en vez de peligro y miedo.

Durante el embarazo y lactancia aumentan los niveles de vasopresina y de oxitocina. La oxitocina estimula la contracción muscular del útero durante el parto y durante la lactancia hace que las células mioepiteliales de la glándula mamaria se contraigan dejando salir la leche. La succión del pezón materno por el bebé hace que se libere más oxitocina que ayudará en la lactancia. Pero los niveles altos de oxitocina también garantizan el comportamiento maternal: e cuidado y protección del bebé.

La oxitocina se produce en el hipotálamo. Si esta región del cerebro se daña, no se produce oxitocina y no se crea el vínculo madre-hijo. Los niveles de oxitocina en el primer trimestre de embarazo predicen al apego madre-hijo después del parto. A mayores niveles, el vínculo será mayor.

Hombre joven abrazando y besando a un perrito.

La oxitocina se libera también cuando abrazamos a nuestros amigos o cuando acariciamos a nuestra mascota.

En conclusión, hay sustancias químicas en nuestro cerebro, que participan en la formación de un vínculo o apego o eso que llamamos amor. Pero también intervienen otros factores. Entre ellos, la personalidad, la edad, factores familiares, culturales, sociales, experiencias previas y más. Nosotros somos seres racionales y al final, siempre vamos a ser los dueños y responsables de nuestro comportamiento y de nuestros sentimientos.

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Fuentes:

El amor y el cerebro.

La neuroendocrinología del amor.

Amor materno.

El amor en la evolución.


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